Empezando por la definición de «presencia en la red», diferenciando el hecho de que no es lo mismo que tener una página web, sinó más bien, es la manera en la que todos tus «perfiles» o entidades (página web, RRSS,…) se relacionan e interactúan con los consumidores. Por lo tanto, nuestra presencia online, es la suma de todas nuestras identidades, tanto personales, como profesionales y la maneras en las que interaccionas, las relaciones que establezcas y nuestra participación en ellas. Así pues, desde un punto de vista social, el nuevo término de «influencer», podría definirse en base a lo mencionado anteriormente, como aquella persona o entidad, que influye en la vida de otras personas, ya que aludimos al hecho de ser importante y reconocido por lo demás mediante su presencia en red.
Pero, ¿este hecho en qué nos afecta?¿realmente puede ser beneficioso o por el contrario es perjudicial?. Pues bien, si introducimos nuestro nombre en cualquier buscador, en mi caso Google, encuentro 9 entradas con mi nombre y apellidos, además de páginas creadas con pseudónimos. ¿En este caso que podría hacer? Bien, pues depende del fin en el que la presencia en red beneficie o no tus metas, en mi caso sería positivo, ya que cuando son datos personales, he ido con mucho cuidado de dejar «huella cibernética», de manera que todas mis «presencias» son en mi propio beneficio para darme a conocer, de ésta forma cualquiera que me busque como diseñadora o quiera ver mis trabajos, ya sea con pseudónimo o nombre, encontraría fácilmente mi nombre y mi trabajo.
En el caso de menores, este punto cambia, ya que con un simple aviso a la empresa de que esa persona es menor, por ley deben quitarlo de inmediato, dado el derecho a la intimidad y la privacidad de los menores. Cuando de un adulto se trata, la cosa cambia, siendo difícil e incluso en ocasiones imposible borrar esa huella digital, he ahí la importancia de leerse y consentir cookies y otros métodos que permiten a empresas hacerse con nuestros datos, ya sea para publicidad u otros fines.
Así pues, concluyendo, antes de introducir o dar cualquier permiso, debemos plantearnos para qué y quién queremos que los vea. En los tiempos que corren la información es poder, y la mejor manera de obtenerla es tan simple como un «click» desde nuestro ratón, para cederla a grandes multinacionales de la comunicación que luego la venden a otras empresas por grandes sumas. Es decir, comercian con datos personales, muchas veces cedidos por el usuario sin darse cuenta. Internet es un basto espacio aún sin legislar del todo y esos «vacíos» legales pueden jugar en nuestro favor o en nuestra contra, de nosotros depende cómo.